"El fuerte no busca ser herido, no busca el sufrimiento, sino
el bien."
Cuando
se presenta ante la persona un bien difícil de conseguir, pueden despertarse en
ella diversas pasiones: la esperanza, la audacia, el temor y la ira.
La virtud
de la fortaleza, junto con la paciencia y la perseverancia, la
magnanimidad y la magnificencia, encauza adecuadamente estas pasiones para
fortalecer a la voluntad en su búsqueda y consecución del bien a pesar de las
dificultades. Gracias a esas virtudes, los bienes difíciles se convierten en
posibles de conseguir.
Con la virtud de la Fortaleza,
adquirimos la firmeza
para resistir y rechazar todos los peligros graves, todas las virtudes te llevan a ser firme y estable.
Es
importante advertir que el fin de la fortaleza no consiste sin más en superar o
vencer dificultades, sino en alcanzar el bien cueste lo que cueste. No
es mejor el que más sufre, sino el que se adhiere con más firmeza al bien.
Ser fuerte o valiente quiere decir realizar el
bien haciendo frente a las dificultades. Pero se puede hacer frente de dos
modos: atacando o resistiendo. Acometer y resistir para vivir y realizar
el bien son los momentos decisivos del ejercicio de la virtud de la fortaleza.El acto más propio de la fortaleza es resistir. Esto no quiere decir que resistir posea un valor más alto que atacar, ni que sea más valiente el que resiste que el que ataca, sino que la situación en la que se muestra la verdadera esencia de la fortaleza es aquella en la que la única posibilidad que le queda a la persona es resistir.
La
fortaleza sólo es virtud cuando se apoya en el conocimiento objetivo de las
propias fuerzas y, en consecuencia, pide y confía en la fortaleza de los
demás y en la ayuda de Dios.
En sí misma, la fortaleza es una virtud
insuficiente. Para que alguien esté dispuesto a sufrir por y para alcanzar el
bien, primero tiene que saber cuál es el bien. De ahí que la prudencia sea
condición de la fortaleza.La paciencia es dominio de uno mismo.
La perseverancia es la virtud que
permite persistir en la realización del bien hasta el final, soportando la
duración en todos los actos de virtud. La perseverancia no debe confundirse
con la pertinacia o terquedad, que es el vicio de quien se obstina en no
ceder y seguir adelante cuando la prudencia aconseja no hacerlo.
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