Analizando el fragmento de
una lectura sobre la pasión de Cristo, meditaba sobre la infinita misericordia
que tuvo en ese momento nuestro señor hacia nosotros y que siempre tendrá.
Primero, nos dio a su hijo
para reconciliarnos y para salvarnos del pecado, pero de manera específica, en
esta ocasión, voy a enfocarme en la misericordia que tuvo con él “buen ladrón”,
todos recordamos las palabras que le dirigió estando en la cruz: Te digo que
desde hoy estarás conmigo en el paraíso”
Aún en las circunstancias
más adversas, dolorosas física y sobre todo emocionalmente, y en una situación
humana tan fuerte, tuvo la amorosa compasión hacia este ladrón, recordemos que estaban crucificando a dos ladrones y a Jesús, los tres estaban
sufriendo y cargando de manera distinta la cruz. La diferencia radica en que
Jesús no merecía cargar con esa cruz y sin embargo aceptó llevarla hasta el
final por amor a todos nosotros.
En cuanto a los ladrones,
había dos, uno a cada lado y Jesús en medio, pero sólo a uno de ellos le
dirigió esas palabras. Sé que la mayoría vamos a recordar porque sólo le
dirigió esas palabras a un ladrón. Ambos se encontraban en las mismas
circunstancias, ambos estaban pagando por la misma pena, y ambos tuvieron la
misma oportunidad de tener compasión por el dolor de Jesús, dicho de otra
manera, los dos tuvieron la oportunidad
de entrar al paraíso ese mismo día con el hijo de Dios. ¿Que fue lo que hizo la
diferencia? Seguramente tú ya tienes la respuesta.
Compasión y aceptación, esa
es la respuesta.
Entiendo que en las
circunstancias en las que se encontraban resulta complicado ser comprensivo,
todos podemos llegar a demostrar comprensión en diferentes momentos de nuestra
vida mientras estés en condiciones humanamente estables, pero ¿Que hay de estas
condiciones tan difíciles?. Se requiere de un alma realmente grande y en
completa unidad con el padre celestial como la de Jesús, sólo él en estas
condiciones pudo llegar a comprender, lo cual es fruto del amor infinito, pero
en el caso del ladrón, sólo hubo un acto de aceptación, es decir, sólo uno tuvo
la humildad de aceptar que ellos realmente merecían ese castigo y dirigir así
su mirada a Jesús y decir: “Este pobre que mal ha hecho para merecerlo”.
Imagínate que sintió Jesús,
después de tantas muestras de odio, de rencor, envidia, maledicencia, todo lo
peor que se puede sentir hacia alguien. Todo un pueblo, al cual él había
escogido y enaltecido lo estaba ahora crucificando.
La soberbia de los “grandes”
maestros de la ley, los que se consideraban más poderosos, opacados por tanta
grandeza humana envuelta en humildad y sabiduría como lo fue Jesús hombre. Y un
ladrón, sin títulos, sin reputación, un pecador ante los ojos humanos, le
demuestra en un momento de dolor esa compasión………. Definitivamente Jesús con
ese inmenso corazón lo llevaría al paraíso.
Hoy tú y yo podemos ser ese
ladrón, o quizá aquellos maestros de la ley, o el ladrón que decidió no
demostrar compasión, si somos un poco contemplativos podemos darnos cuenta que
toda la vida de Jesús, es un camino que vino a marcarnos para poder seguir sus
huellas.
Si yo hoy tengo esta misma
actitud hacia Jesús, es decir hacia la gente que me rodea, que es el mismo
Cristo, el también me contestará en el último momento de mi vida.
“TE DIGO QUE ESTARÁS CONMIGO
HOY MISMO, EN EL PARAÍSO”
Autor: Myriam Orozco.