jueves, 14 de abril de 2016

NACIMOS PARA BRILLAR














¿Cuál es la finalidad del sol?, quizá no nos hemos hecho esta pregunta, pues son dos principalmente: dar luz, una luz tan grande que genere un calor que hace que sea posible la misma vida del ser.
El sol no va a dejar de brillar, aunque parezca que la noche oculte el sol y por un momento ceda su espacio a la oscuridad, no es así, es sólo un movimiento hecho con sabiduría para que exista un descanso emocional que compense tanta irradiación de energía.


Entonces, cuando Dios te creo a ti, lo hizo con una finalidad, el enciende a diario un alma que deja que entre ese reflejo de luz, y ¿Quién podrá apagar esa luz si es el creador de todo quién te ha creado para esa finalidad?
Habrá noches oscuras, incluso frías que parezcan interminables, habrá también quién quiera detener ese brillo pues simplemente no le es tolerable tanta luz y tanta energía, pero por más que esto suceda, recuerda, es sólo un movimiento que permite Dios para que tu alma descanse en quién te ha otorgado esa luz.


Pero, después de la noche más oscura viene el amanecer, después de la lluvia nace un arcoíris. Y recuerda siempre esto:


Nunca una noche ha vencido al amanecer ni nunca un problema ha vencido a la esperanza.


Autor: Myriam Orozco.

miércoles, 13 de abril de 2016

Consagración al sagrado corazón de Jesús y al inmaculado corazón de María.





Oración de Consagración






Santísimos corazones de Jesús y María,
unidos en el amor perfecto,
como nos miráis con misericordia y cariño,
consagramos nuestros corazones,
nuestras vidas, y nuestras familias a Vosotros.

Conocemos que el ejemplo bello
de Vuestro hogar en Nazaret fue un modelo
para cada una de nuestras familias.
Esperamos obtener, con Vuestra ayuda,
la unión y el amor fuerte y perdurable
que os disteis.

Que nuestro hogar sea lleno de gozo.
Que el afecto sincero, la paciencia, la tolerancia,
y el respeto mutuo sean dados libremente a todos.
Que nuestras oraciones
incluyan las necesidades de los otros,
no solamente las nuestras.
Y que siempre estemos cerca de los sacramentos

Bendecid a todos los presentes
y también a los ausentes,
tantos los difuntos como los vivientes;
que la paz esté con nosotros,
y cuando seamos probados,
conceded la resignación cristiana
a la voluntad de Dios.

Mantened nuestras familias cerca
de Vuestros Corazones;
que Vuestra protección
especial esté siempre con nosotros.

Sagrados Corazones de Jesús y María,
escuchad nuestra oración.
Amén.





martes, 12 de abril de 2016

Del dolor a la gloria.





















La historia de Kayla Montgomery es una historia que nos conmueve e inspira porque en el fondo es la historia de cada uno de nosotros. En ella nos vemos reflejados, pues todos (con mayor o menor dramaticidad) vivimos el dilema de la vida; que es lucha, que es fragua, que es ser o no ser como diría el poeta.


En la vida tal vez uno de los problemas principales es que el problema se vuelva lo principal. En otras palabras: perder de vista lo esencial quedándonos obnubilados ante lo que nos hiere, en una actitud de autocompasión triste como describe Kayla al inicio, cuando cuenta que se encerró sola en su cuarto. Esa falta de esperanza, que es justificable por un momento, no puede convertirse en el eje de nuestra existencia. Porque de solo lamerse las heridas uno no se cura. Y lo que no se cura se infecta. Y lo que se infecta no solo causa más dolor (irónicamente) sino que incluso con el tiempo puede causar la muerte (tantas depresiones, angustias, suicidios … frutos de la desesperanza).


Si el problema se vuelve el centro de nuestra atención se le acaba dando un protagonismo desmesurado al bache, y de tanto mirarlo al poco tiempo este se convierte en un agujero negro. La mirada que se queda hechizada, fija en torno a aquella fragilidad, enfermedad, sufrimiento… es una mirada que acabará por reducir el mundo al tamaño de un alfiler.


Kayla por el contrario nos enseña que el mundo es grande, y que si se sueña, la mirada se abre a un sinnúmero de posibilidades (¡el horizonte es infinito!). Sí, existe siempre un camino distinto: el camino correcto, el camino de la vida. Ante los dramáticos males del mundo siempre tenemos una opción: «He puesto ante ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida para que vivas» (Deut 30,19).


Por ello, si la mirada se alza hacia un horizonte de grandeza, hacia un ideal correcto, ese por el cual vale la pena lanzarse y arriesgar, los ojos reciben un colirio que purifica y que nos da una aproximación nueva ante lo que nos aqueja. Se recibe esa esperanza que porta luz incluso en medio de las más densas tinieblas. Esperanza que no es optimismo ingenuo. Esperanza que aún siendo dramática se abre paso y persevera. Con ella la realidad adquiere su justa proporción y forma. Así el gigante imbatible se revela como un muro tantas veces imponente, pero siempre franqueable. Esa esperanza que nace del encuentro con alguien capaz de tendernos los brazos cuando desesperados gritamos por ayuda. Ese alguien que nos puede asegurar: existe un futuro, yo estoy y estaré contigo.





La historia de Kayla y de su entrenador es una historia grande. Es la historia del hombre; del dolor y de la aceptación; de la superación y de la confianza en el amor. Este testimonio evoca con fuerza aquellas palabras de San Pablo, quien en medio de tantos sufrimientos también encontró a Alguien que trajo una nueva esperanza a su vida. Ese Alguien que podía asegurarle un futuro incondicional porque estaba incondicionalmente con los brazos abiertos. Y no solo le prometió que estaría allí con él, durante y al final de una carrera atlética, sino durante y al final de la carrera de la vida; que es la que más vale y que es la que tendrá que afrontar ahora Kayla. Quién sabe, quizá ella podrá decir también como el apóstol: 


No que lo tenga ya conseguido o que sea ya perfecto, sino que continúo mi carrera por si consigo alcanzarlo, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús. Yo, hermanos, no creo haberlo alcanzado todavía. Pero una cosa hago: olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante, corriendo hacia la meta, para alcanzar el premio a que Dios me llama desde lo alto en Cristo Jesús.  (Flp 3,12-14)





Fuente: Catholick Link.

lunes, 11 de abril de 2016

Felices los que saben amar.





Felices los que saben reírse de sí mismos, porque nunca terminarán de divertirse.
















Felices los que saben distinguir una montaña de una piedra,  porque evitarán muchos inconvenientes.


Felices los que saben descansar y dormir sin excusas, porque llegarán a ser sabios.


Felices los que saben escuchar y callar, porque todos los días aprenderán cosas nuevas.


Felices los que son suficientemente inteligentes como para no tomarse en serio, porque serán apreciados por quienes los rodean.


Felices los que están atentos a las necesidades de los demás, sin sentirse indispensables, porque serán permanentemente fuente de alegría.


Felices los que saben mirar seriamente las pequeñas cosas y tranquilamente las cosas importantes, porque llegarán lejos en esta vida.


Felices  los que saben apreciar una sonrisa y olvidar un desaire, porque su camino estará lleno de sol.


Felices los que piensan antes de actuar y rezan antes de pensar, porque no se turbarán por lo imprevisible.


Felices ustedes si saben callar y ojala sonreír cuando se les quita la palabra, se les contradice o les pisan los pies, porque el evangelio comienza a penetrar en su corazón.


Felices ustedes si son capaces de interpretar siempre con benevolencia las actitudes de los demás, aún cuando las apariencias sean contrarias. Serán tomados por ingenuos, pero es el precio justo de la caridad.


Felices sobre todo, ustedes,  si saben reconocer  al señor en todo lo que encuentran,  entonces habrán hallado la paz y la verdadera sabiduría.


 

martes, 5 de abril de 2016

El viaje de mi VIDA







Hoy me levante y percibí que aunque nada es diferente todo ha cambiado.


No sé exactamente lo que sucedió o mejor dicho si se lo que sucedió pero no sé cómo describirlo, de repente entendí que la vida contigo es muy divertida, que todo luce de otro color  cuando se está a tu lado, todo es más intenso, todo está lleno de luz, el aire roza la piel de manera diferente, entonces veo que cuando algo se purifica siempre se antoja, y de repente tú tienes ese toque especial que hace que todo se vuelva mágico.





Es como cuando eres niño y todo te maravilla, así es despertar cuando tú estás dentro del corazón.


Hoy amanecí y decide vivir una historia diferente, una sonrisa dibujaba mi rostro, pero una de esas sonrisas que salen del alma, me dispuse a tener el viaje de mi vida y me di cuenta que no necesitaba nada, que si tú me acompañabas no necesitaba nada.


Tome camino y decidí dejarme llevar por ti, con el cabello suelto, un poco húmedo, unos jeans,  una sudadera y mis tenis camine sin rumbo, pero con una certeza y determinación que nunca antes había sentido, me sentí segura, me sentí plena, ahora sé que se siente cuando sabes que el mundo es todo tuyo, porque al fin se que todo lo creaste por mí, y el pecho se ensancho de tal manera que todo lo que estaba a mi alrededor se transformó.


Me detuve en la orilla de una vía, alrededor había un paisaje lleno de colores, todo lo pintaste tan perfecto, y es que cuando tu pintas no hay nada que se pueda igualar, así que me dispuse a disfrutar del paisaje, ese que tu dibujaste para mí día, para toda mi vida.


Se aproximaba un tren y pensé si era conveniente tomarlo, seguro que sí, como podría conocer lo que me tienes preparado si no me subo a él, pues bien, la velocidad del tren disminuyó,  supe que ese era mi transporte para poder llegar a ti, me subí con toda la ilusión que se puede tener, me aferre con fuerza a él y por fin, estaba ya en el viaje de mi vida.


Largo viaje me esperaba, pero no tenía miedo, no al principio, se fueron dibujando tantas cosas en mi mente, y comprendí que mi mente es tan pequeña comparada con tu grandeza que decidí dejarme sorprender.



Hubo momentos de cansancio, también se tuvo que detener en muchas estaciones, en algunas creí estar perdida, no sabía si ese era el camino correcto, y algunas veces quise bajarme, pero me encontré con personas maravillosas que tu pusiste en mi camino que me hicieron comprender lo maravilloso que es  y cada una de las pruebas que este contiene.


No te puedo decir que fue fácil, pero en una de las estaciones supe que tú querías que yo aprendiera que la vida no es un destino, la vida es un trayecto, y cada estación me va marcando el alma para poder ver las maravillas que me esperan en la siguiente.


Nunca el tren se regresó, siempre iba hacia adelante, así que aprendí a sacar lo mejor de mí y a disfrutar cada estación con toda la alegría y a despedirla de la misma manera pues me demostrabas que cada una tenía algo especial para mí, algo nuevo, y que eso era justo lo que hacía que mi alma cada vez se hiciera más parecida a la tuya.


El sol en ocasiones estaba de frente, en otras se iba ocultando, incluso en algunos momentos no había sol, pero siempre, siempre volvía a salir con mayor resplandor, hubo días de lluvia, hermosos, tu sabes que me encanta la lluvia, y justo esa lluvia preparaba a toda la naturaleza para que pudiera manifestarse en todo su esplendor.


Cuanto cosechamos juntos, cuanto seguimos cosechando.


Aún no me bajo del tren, pero ya comprendí que a dónde tengo que llegar, puedo sólo hacerlo porque tengo la certeza que tu siempre vas conmigo, porque vas guiando mi camino y porque como una niña pequeña sigues manteniendo mi ilusión.


La vida no es un destino es un trayecto, muchas veces creemos que estamos perdidos o que no es el camino que debemos seguir, pero si vas con Dios comprenderás que él no se equivoca y que mientras lo invites a subirse contigo al tren, lo único que importa es el trayecto, porque el destino, ya lo tiene el reservado para ti, si tu lo invitas a viajar contigo, el final del camino sin duda será a su lado.


 Que feliz soy, no tengo miedo. Aún hay mucho camino por recorrer, pero el viaje de mi vida es contigo: Dios, quién me acompañe en el camino será una bendición, pero siempre contigo a mi lado.


Autor: Myriam Orozco.