Rezando con los Ángeles.
Sábados por la tarde, voy a narrarte
una de las historias más bellas que me ha tocado vivir, pues Dios me dio la
bendición de haber tenido a mi lado por algún tiempo a un ángel que me enseño a
enfrentar los momentos de dolor con la más sublime paz y con la más excelsa fe.
Tarde de Rosarios con los
ángeles consentidos de Dios, así los llamo yo, pues para mí un sacerdote es un
alma elegida por Dios de una manera muy especial.
Sábado por la mañana,
vámonos a la Universidad pues tengo clases de mi maestría y no puedo faltar
pues ya casi la termino y me ha costado mucho poder estar en ella, eso me decía
mi tío, pasa una clase, lentamente, contando los minutos en la Universidad para
que llegara la hora del término de la jornada y por fin, las 14:00 hrs. Hora de
partir, emprender el viaje hacia dónde
se encontraba él, mi consentido de la vida,quién estaba luchando contra su enfermedad, el Cáncer.
Largos eran los viajes, que
aunque sólo era una hora de camino me parecían eternos para llegar a verlo y
decirle “Todo va a estar bien”, por fin llegaba, a esa casa de retiros dónde
viven sacerdotes que se encuentran en circunstancias parecidas a las de mi tío,
una casa hermosa, nunca he sentido una paz tan grande como cuando entraba en
ella, definitivamente habitaban Ángeles en ese lugar, un pacillo largo me
llevaba a la habitación de mi Ángel favorito, en el camino me encontraba con
quienes ya eran mis amigos, los sacerdotes, y de repente me detenía en el
comedor pues los olores que emanaban de ahí no se quedaban atrás en lo
angelicales, y es que las hermanas horneaban unos panecillos tan exquisitos de los
cuáles me reservaban siempre un par de ellos, así que recogía mi pan recién
horneado y por fin llegaba a mi lugar favorito, era la última habitación, al
final del pacillo y una pared de fondo en la que se encontraba un cuadro enorme
con la imagen de la Virgen de Guadalupe. Soltaba la maleta y besaba la imagen,
en ese momento el ya sabía que había llegado y dirigía su mirada hacia mí,
llena de ternura y alegría pero llena de mucha paz y decía lo siguiente
“Myriiiii, Bienvenida, te estaba esperando”.
En ese momento yo sentía que
mi fin de semana sería sin duda el mejor de muchos, y momentos después de
haberle saludado llegaban por nosotros para compartir el mejor momento de la
tarde, el rezo del Santo Rosario, al que asistían todos los que habitaban en
casa, incluyéndome a mí pues ya formaba parte de ellos.
Iniciaban con la señal de la
cruz, y yo siempre sentada al lado de mi Ángel, así lo quiero llamar en este
relato, cantos entre cada misterio y alabanzas a la Virgen que nunca me había
tocado escuchar, que hermosa manera de querer a su madre del cielo. Un ambiente
de caridad y de amor fraterno se vivía en ese momento de unión al que procuraba
no faltar nadie. Todos con rosario en mano, la mejor arma y la mayor bendición. Siempre lo dirigía
alguien diferente, y esto enriquecía el momento al ver la fe en diferentes
formas. Finalizábamos con cantos y una oración colecta.
No recuerdo hasta el día de
hoy haber disfrutado tanto un rosario, incluso me llegué a preguntar muchas
veces. ¿Quién soy yo para merecer esta bendición?, pues para mí fue un
privilegio haber compartido estos momentos con personas tan santas.
Hora de retirarse cada quién
a su lugar de reposo, algunos se quedaban compartiendo anécdotas esperando el
momento de la cena, nosotros en cambio(Mi Madre, Mi Ángel y yo) nos dirigíamos
a su habitación, algo mágico ocurría, la habitación tenía de fondo cristales
que abarcaban todo el espacio y los cuáles nos permitían ver el jardín, era un
momento de paz, de quietud, no hacía falta decir una palabra, de hecho, había
momentos prolongados de silencio, sólo observábamos el jardín, abriendo las
puertas para dejar entrar el aire el cuál parecía querer compartir con nosotros
ese momento, y de repente, un desfile de mariposas, nunca había visto en una
casa tantas mariposas a nuestro alrededor, salían de todas partes, con un vuelo
lento y repetitivo, únicamente daban vuelta en su misma circunferencia, de
arriba hacia abajo, había algunas color blanco y otras eran amarillas, por fin
llego la hora de la cena y de la despedida, nos vemos mañana decíamos, para
asistir a misa.
Así transcurrieron un par de
meses en el que no falte ni un fin de semana hasta que llegó lo inesperado, el
pasado Agosto del 2013 Dios cumplió su plan, es que ya quería a este gran Ángel
con él, algo quedó en mi corazón, aparte de tantas cosas, y es que creo que el
ya sabía lo que iba a suceder, sin embargo su actitud y la fe con la que vivió
esos, sus últimos momentos, me enseño a vivir la vida diferente, a afrontar los
momentos de dolor con mucha paz, a ofrecer mis sufrimientos sin quejarme y a sonreír
todos los días a pesar de todo, no sé si por el momento pueda ir a visitar a
mis amigos, pues aún el dolor está presente, pero sin duda Dios me dejó
convivir con estos Ángeles que han dejado una gran bendición en mi vida, y cuán grande
es mi dicha al saber que tengo un Ángel intercediendo por mí ante Dios y
nuestra madre del cielo.
Que hermosos momentos,
siempre los atesoraré con el más grande amor. Que afortunada soy ¿No creen? A
partir de ese momento no hay día en el que al rezar mi rosario no recuerde lo
dichosa que soy por todo lo que aprendí y sobre todo por haber compartido estos
benditos momentos con un gran santo, con un Ángel de Dios, mi tío, el cuál fue
como un Padre para mí, la mayor bendición, quién siempre me apoyo y me motivó a
luchar por mis sueños, el padre más padre. Pbro. ALFREDO ZÁRATE ESCOTO. Te extraño.
Autor: Myriam Orozco Zárate.
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