jueves, 23 de enero de 2014

Rezando con los Angeles.


Rezando con los Ángeles.

Sábados por la tarde, voy a narrarte una de las historias más bellas que me ha tocado vivir, pues Dios me dio la bendición de haber tenido a mi lado por algún tiempo a un ángel que me enseño a enfrentar los momentos de dolor con la más sublime paz y con la más excelsa fe.
Tarde de Rosarios con los ángeles consentidos de Dios, así los llamo yo, pues para mí un sacerdote es un alma elegida por Dios de una manera muy especial.



Nunca imagine conocer y convivir con seres humanos tan bendecidos y afortunados ante los ojos de Dios, y es que quién puede siquiera pensar que la vida te va a poner ante el rostro del mismísimo Jesús en un momento de prueba y mucho dolor, al menos eso pensé que iba a vivir en ese momento al estar al lado de un ser tan amado como lo fue mi Ángel guardián, un santo sacerdote que Dios me prestó para aprender a vivir, mi tío, Pbro. Alfredo Zarate Escoto, mi confesor, mi mejor amigo, confidente, guía espiritual y con el cuál pase los momentos más santos que me hicieron ver el rostro del mismo Cristo al compartir con él los agonizantes pero más bendecidos últimos meses de su preciosa y ejemplar vida.



Sábado por la mañana, vámonos a la Universidad pues tengo clases de mi maestría y no puedo faltar pues ya casi la termino y me ha costado mucho poder estar en ella, eso me decía mi tío, pasa una clase, lentamente, contando los minutos en la Universidad para que llegara la hora del término de la jornada y por fin, las 14:00 hrs. Hora de partir,  emprender el viaje hacia dónde se encontraba él, mi consentido de la vida,quién estaba luchando contra su enfermedad, el Cáncer.

Largos eran los viajes, que aunque sólo era una hora de camino me parecían eternos para llegar a verlo y decirle “Todo va a estar bien”, por fin llegaba, a esa casa de retiros dónde viven sacerdotes que se encuentran en circunstancias parecidas a las de mi tío, una casa hermosa, nunca he sentido una paz tan grande como cuando entraba en ella, definitivamente habitaban Ángeles en ese lugar, un pacillo largo me llevaba a la habitación de mi Ángel favorito, en el camino me encontraba con quienes ya eran mis amigos, los sacerdotes, y de repente me detenía en el comedor pues los olores que emanaban de ahí no se quedaban atrás en lo angelicales, y es que las hermanas horneaban unos panecillos tan exquisitos de los cuáles me reservaban siempre un par de ellos, así que recogía mi pan recién horneado y por fin llegaba a mi lugar favorito, era la última habitación, al final del pacillo y una pared de fondo en la que se encontraba un cuadro enorme con la imagen de la Virgen de Guadalupe. Soltaba la maleta y besaba la imagen, en ese momento el ya sabía que había llegado y dirigía su mirada hacia mí, llena de ternura y alegría pero llena de mucha paz y decía lo siguiente “Myriiiii, Bienvenida, te estaba esperando”.

En ese momento yo sentía que mi fin de semana sería sin duda el mejor de muchos, y momentos después de haberle saludado llegaban por nosotros para compartir el mejor momento de la tarde, el rezo del Santo Rosario, al que asistían todos los que habitaban en casa, incluyéndome a mí pues ya formaba parte de ellos.

Iniciaban con la señal de la cruz, y yo siempre sentada al lado de mi Ángel, así lo quiero llamar en este relato, cantos entre cada misterio y alabanzas a la Virgen que nunca me había tocado escuchar, que hermosa manera de querer a su madre del cielo. Un ambiente de caridad y de amor fraterno se vivía en ese momento de unión al que procuraba no faltar nadie. Todos con rosario en mano, la mejor arma  y la mayor bendición. Siempre lo dirigía alguien diferente, y esto enriquecía el momento al ver la fe en diferentes formas. Finalizábamos con cantos y una oración colecta.

No recuerdo hasta el día de hoy haber disfrutado tanto un rosario, incluso me llegué a preguntar muchas veces. ¿Quién soy yo para merecer esta bendición?, pues para mí fue un privilegio haber compartido estos momentos con personas tan santas.

Hora de retirarse cada quién a su lugar de reposo, algunos se quedaban compartiendo anécdotas esperando el momento de la cena, nosotros en cambio(Mi Madre, Mi Ángel y yo) nos dirigíamos a su habitación, algo mágico ocurría, la habitación tenía de fondo cristales que abarcaban todo el espacio y los cuáles nos permitían ver el jardín, era un momento de paz, de quietud, no hacía falta decir una palabra, de hecho, había momentos prolongados de silencio, sólo observábamos el jardín, abriendo las puertas para dejar entrar el aire el cuál parecía querer compartir con nosotros ese momento, y de repente, un desfile de mariposas, nunca había visto en una casa tantas mariposas a nuestro alrededor, salían de todas partes, con un vuelo lento y repetitivo, únicamente daban vuelta en su misma circunferencia, de arriba hacia abajo, había algunas color blanco y otras eran amarillas, por fin llego la hora de la cena y de la despedida, nos vemos mañana decíamos, para asistir a misa.

Nos daba la bendición y nunca me fui de la habitación sin decirle cuanto le quería.



Así transcurrieron un par de meses en el que no falte ni un fin de semana hasta que llegó lo inesperado, el pasado Agosto del 2013 Dios cumplió su plan, es que ya quería a este gran Ángel con él, algo quedó en mi corazón, aparte de tantas cosas, y es que creo que el ya sabía lo que iba a suceder, sin embargo su actitud y la fe con la que vivió esos, sus últimos momentos, me enseño a vivir la vida diferente, a afrontar los momentos de dolor con mucha paz, a ofrecer mis sufrimientos sin quejarme y a sonreír todos los días a pesar de todo, no sé si por el momento pueda ir a visitar a mis amigos, pues aún el dolor está presente, pero sin duda Dios me dejó convivir con estos Ángeles que han dejado  una gran bendición en mi vida, y cuán grande es mi dicha al saber que tengo un Ángel intercediendo por mí ante Dios y nuestra madre del cielo.

Que hermosos momentos, siempre los atesoraré con el más grande amor. Que afortunada soy ¿No creen? A partir de ese momento no hay día en el que al rezar mi rosario no recuerde lo dichosa que soy por todo lo que aprendí y sobre todo por haber compartido estos benditos momentos con un gran santo, con un Ángel de Dios, mi tío, el cuál fue como un Padre para mí, la mayor bendición, quién siempre me apoyo y me motivó a luchar por mis sueños, el padre más padre. Pbro. ALFREDO ZÁRATE ESCOTO. Te extraño.

Autor: Myriam Orozco Zárate.

No hay comentarios:

Publicar un comentario