lunes, 25 de noviembre de 2013

Un día a la vez.




De todas aquellas cosas que hagas en la vida, sólo serán memorables aquellas que hagas de corazón.




 

Hay dos días en cada semana en los que no nos debemos de preocupar. Dos días que se deben guardar libres de miedo y ansiedad.

Uno de esos días es AYER

Ayer con sus equivocaciones y pesares, sus faltas y confusiones, sus dolores y tristezas.

Ayer ha pasado para siempre fuera de nuestro control; y todo el dinero del mundo no podría cambiar ni una cosa que hayamos hecho ni podemos borrar una palabra.

AYER YA PASO

El otro día sobre el que no debemos preocuparnos es MAÑANA.

Mañana con sus posibles adversarios, sus problemas, sus promesas grandes, y sus pequeños logros. Mañana volverá a salir el sol, ya sea en esplendor o detrás de una máscara de nubes, pero subirá. Hasta que llegue no tenemos parte en mañana, pues aún no ha nacido.

Y sólo queda un día: HOY

Cualquier hombre puede pelear la batalla de un solo día, cuando nos cargamos con esas horripilantes eternidades, el ayer y el mañana, nos derrumbamos. No es la experiencia de hoy la que lastima a los hombres, sino la amarga culpa, algo que sucedió ayer, y el miedo de lo que traerá el mañana. Vivamos pues tan sólo un día a la vez, y dejemos confiadamente a Dios todo lo demás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario